Ser y estar.

Resulta obvia la diferencia entre el ser y el estar, en lo que respecta a nuestro idioma. Sin embargo, tratando de ir mas allá, es realmente importante considerar estas palabras atendiendo al trasfondo de su enunciación. Quiero decir con esto, a lo que se refieren y qué consecuencias traen en la vida de las personas, en sus instituciones y en el buen entendimiento de la convivencia humana al largo de los años.

Quiero plantear la teoría especial de que tanto el ser como el estar se refieren a los hechos que determinan las situaciones o las actuaciones del hombre. Es decir, nos indican la naturaleza humana, que se desprende de su comportamiento y su identidad, principalmente. Queriendo decir con esto que, lo que el hombre es, y donde y como el hombre está, nos sirve para comparar al hombre con otros hombres, o bien estudiar la sociedad en su conjunto, o simplemente para ver que tan igual o desigual es el ser humano, o los grupos humanos en conjunto.

Por ejemplo, el hombre que busca determinar su estadía -palabra muy importante- o identificarse con un determinado territorio –factor lugar-, si busca dentro de este factor lugar reflejar una realidad presente o temporal dice “yo estoy”, pero si se refiere a de donde proviene, donde nació o de que ciudad o país viene, es decir una realidad atemporal o trascendente en el tiempo el dice “yo soy de”… Acá en el factor lugar nos damos cuenta que lo que importa es el espacio, el lugar físico, como el hombre se desenvuelve en un determinado territorio o lugar.

Por otra parte, centrándonos en el tiempo, también podemos darnos cuenta que cuando un hombre no busca la trascendencia en el lugar determinado dice “yo estoy en” o “yo voy a”, determinando con sus palabras una estadía, es decir, la no existencia de un ánimo de quedarse en ese lugar y decir, “yo soy de”, que reflejaría la atemporalidad y la trascendencia que busca el hombre al identificarse y comprometerse con un lugar.

Nos podemos dar cuenta que el lugar y el tiempo van de la mano, van determinados, y que la relación que tiene el hombre con estos tópicos o elementos, puede ser como la utilización de las herramientas que esos tópicos le entregan para construir su destino y por ende como el hombre se hace una sola cosa junto a su entorno –el yo soy-, o bien la utilización de esas herramientas para fines temporales, presentes y que puedan apoyar indirectamente al fin mayor del hombre que puede ser la trascendencia o la felicidad según sea la manera de pensar –el yo estoy-.

Estas teorías también se pueden comprobar en la utilización de las palabras con las cuales identificamos algunas instituciones o algunos sucesos. Por ejemplo, la palabra Estado nos refleja la importancia temporal que tiene esta institución. A pesar de que se busca mantener en el tiempo y es la institución protagonista de cualquier nación constituida conforme al derecho –sea cual sea la forma de Estado- Generalmente nos enseñan que el Estado es inmutable, que no cambia. Es lo que se busca. Pero no podemos hacer trascender en el tiempo una institución que está determinada según sea la realidad de la sociedad en un momento determinado, cítese ahí cualquier ciclo o cualquier explicación histórica de la mutación de las formas de Estado. Incluso estas formas de Estado se alteran en parte, aunque cambien muy poco, a través de las reformas constitucionales. Es decir, el Estado, tanto el antiguo como el moderno, esta destinado al cambio. Y esto es desde su creación, seguramente. Y seguramente por eso también lo bautizaron como “estado” que viene de estar, y como les señalaba, el estar determina la temporalidad, el presente, la no trascendencia a través del tiempo, está determinada o a ser abandonada esa forma de Estado que nos gobierna –o la que nos gobernó- o bien a mutar a través del tiempo, es decir no trascenderá. Porque va unida esa realidad al hombre, y el hombre del pasado no es igual al del presente ni mucho menos al del futuro. El Estado está condenado a mutar. No puede tener mejor nombre.

Sacando otras conclusiones, hay que tener en cuenta la propiedad que tenemos sobre las cosas y acciones que nos indican estos conceptos de ser y estar. Bueno, en primer lugar tenemos que darnos cuenta que lo que somos es completamente nuestro. Está muy ligado a la idea de tener. Es algo único, es algo nuestro, es inmutable y atemporal. Quiero decir con esto que nunca perderemos lo que somos, de donde venimos, donde nacimos, hacia donde vamos… en fin, el punto es que nunca perderemos todas esas cosas que determinan lo que somos, por que esas cosas son inherentes a la idea del ser. En todo lo que hay y que determina la idea del ser y lo que somos hay un “ánimo” de poseer, hay una potencia del alma que determina que nos identifiquemos con lo que somos, y que podamos entender que el yo soy es nuestra propiedad suprema, nuestro patrimonio mas íntimo.

En cuanto al estar, al ser temporalmente considerado, a nuestra relación con la realidad presente y cronológica, tenemos una especie de posesión. Por que si bien no somos dueños de nuestra realidad ni de nuestro presente, “estamos” ahí, aprovechamos la sabiduría que nos entrega el tiempo, tratamos de que el tiempo nos ayude a desenvolvernos en el lugar determinado y de aprender sobre lo que nos rodea, y sobre lo que buscamos entender. Comprender la importancia de nuestro medio. Las cosas que trascienden. El tiempo no trascenderá, el estar puede mutar, -a menos que queramos que se convierta en un ser y nos suicidemos- pero lo que importa es que todo lo que hagamos en el momento en que estemos en posesión de ese estar afectará y transformará nuestro ser, y las enseñanzas y factores accesorios que se adhieran a ese ser, crearán esa trascendencia suprema que se irá con nosotros cuando fallezcamos, y que nos llevaremos a nuestra tumba… pero nuestra esencia seguirá flotando por que nuestro ser trascendente se hará eterno… siempre y cuando nosotros queramos darle ese sentido a nuestra propiedad que tenemos sobre nuestro ser en el momento que vivamos en el presente, en el estar. De nosotros depende cambiar nuestras circunstancias.